top of page

Cómo construyeron Machu Picchu: el genio detrás de la piedra

  • Alberto Chang Chirinos
  • 10 jun
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 1 sept


Primera vez en Machu Picchu para todos menos mi papá, que fue como cinco veces en viajes escolares. Yo acababa de ser admitido a UC Berkeley, así que llevamos nuestras camisetas de Cal para celebrarlo.
Primera vez en Machu Picchu para todos menos mi papá, que fue como cinco veces en viajes escolares. Yo acababa de ser admitido a UC Berkeley, así que llevamos nuestras camisetas de Cal para celebrarlo.

Si alguna vez has visto una imagen de Machu Picchu, es probable que te hayas preguntado lo mismo que millones de personas en todo el mundo: ¿cómo fue posible construir algo tan impresionante, tan preciso y tan armonioso con la naturaleza… hace más de 500 años?


Machu Picchu es mucho más que una postal espectacular. Es un testimonio silencioso de un pueblo que supo leer la tierra, mover montañas sin maquinaria moderna y diseñar una ciudad que aún hoy sigue funcionando.


Primero, el lugar perfecto


Machu Picchu está ubicado en una cresta montañosa entre dos picos: Machu Picchu (“montaña vieja”) y Huayna Picchu (“montaña joven”). Esta ubicación no fue elegida al azar. Desde allí se dominan los valles del Urubamba, se observan los movimientos del sol y las estrellas, y se está protegido de desastres naturales como aludes o inundaciones. Para los incas, construir en ese lugar era una forma de acercarse al cosmos sin dejar de estar en diálogo con la tierra.



Cuzco, la capital del Imperio Inca. A 3,399 metros sobre el nivel del mar, el aire ya se sentía más liviano, pero pronto tomaría un té de coca para ayudarme a aclimatar.
Cuzco, la capital del Imperio Inca. A 3,399 metros sobre el nivel del mar, el aire ya se sentía más liviano, pero pronto tomaría un té de coca para ayudarme a aclimatar.

Con mis papas frente a un centro religioso inca en Cusco, a 75 km de Machu Picchu. Las piedras fueron talladas con herramientas de cobre y piedra para encajar perfectamente sin mortero.
Con mis papas frente a un centro religioso inca en Cusco, a 75 km de Machu Picchu. Las piedras fueron talladas con herramientas de cobre y piedra para encajar perfectamente sin mortero.

El agua como arquitecta silenciosa


Uno de los mayores logros técnicos de Machu Picchu es su sistema hidráulico. Los ingenieros incas descubrieron una fuente natural en la ladera norte y construyeron un canal de piedra que distribuye el agua por toda la ciudad. Esta acequia no solo abastecía fuentes y casas, sino que también evitaba inundaciones al conducir el agua de manera controlada. Curiosamente, parte de este sistema sigue funcionando más de 500 años después sin tuberías metálicas, bombas, o concreto moderno.

Besando a una llama en las calles de Cusco, mientras su cholito pedia propinas.
Besando a una llama en las calles de Cusco, mientras su cholito pedia propinas.

Muros que hablan de precisión


Las construcciones más importantes de Machu Picchu — como los templos y las residencias de la élite — están hechas con piedras pulidas que encajan entre sí sin necesidad de mortero. Esta técnica, conocida como "ashlar", no solo era estética; permitía que los muros resistieran terremotos. En una zona sísmica como los Andes, eso es ingeniería de alto nivel. Y no todo era monumental. Hay detalles simples pero importantes: muchas ventanas tienen exactamente la longitud de un antebrazo y están separadas entre sí por la misma medida. Era una manera de estandarizar sin perder la armonía visual, algo que revela la precisión y el sentido estético de los constructores incas.


Terrazas que sostienen y alimentan


Alrededor de la ciudad, los incas construyeron terrazas escalonadas que servían para cultivar alimentos, controlar la erosión y estabilizar el terreno. Estas plataformas son clave para entender por qué Machu Picchu sigue en pie: no solo apoyaban la agricultura, sino que funcionaban como un sistema de drenaje inteligente que mantenía el suelo firme incluso durante las lluvias intensas.


Nada fue improvisado


Machu Picchu parece una ciudad natural, como si hubiera brotado de la montaña. Pero en realidad, fue un proyecto urbanístico meticulosamente planeado. Los caminos, los templos, las viviendas y las zonas agrícolas están distribuidos con lógica y propósito. Más de la mitad del trabajo de construcción no está a la vista: está bajo tierra. Cimientos profundos, drenajes ocultos y rellenos cuidadosamente compactados aseguran la estabilidad de la ciudad. Los incas sabían que para levantar algo duradero, había que empezar desde lo invisible.

Locales en Ollantaytambo preparándose para celebrar la Bajada de los Reyes Magos, una de las tantas tradiciones vivas del Valle Sagrado.
Locales en Ollantaytambo preparándose para celebrar la Bajada de los Reyes Magos, una de las tantas tradiciones vivas del Valle Sagrado.


¿Y por qué construir Machu Picchu?


Aún no existe un consenso absoluto entre los historiadores, pero toda la evidencia apunta a que Machu Picchu fue mucho más que una ciudad: fue un centro espiritual, político y astronómico para la élite inca. Algunos creen que fue una residencia real del emperador Pachacútec, otros piensan que funcionó como un santuario sagrado donde el cielo y la tierra se conectaban. Lo que sí es seguro es que su ubicación, arquitectura y orientación responden no solo a necesidades prácticas, sino también a una cosmovisión en la que cada piedra tenía un propósito y cada decisión arquitectónica era también una ofrenda a los dioses, especialmente a la Pachamama (“Madre Tierra”), con quien los incas buscaban vivir en equilibrio y reciprocidad.


Las terrazas, templos y canales de agua de Machu Picchu no eran meramente funcionales. Fueron diseñados para alinearse con los solsticios, los puntos cardinales y las montañas sagradas. Esta conexión profunda con el cosmos refleja una filosofía andina en la que el tiempo, la naturaleza y el espíritu eran inseparables. Construir Machu Picchu sobre una estrecha cresta rodeada por el río Urubamba no fue un acto de ostentación, sino un gesto deliberado de reverencia. El mismo acto de construir era un ritual en sí, que reflejaba la creencia inca de que moldear la tierra en armonía era una forma de honrar la vida.


El tren que tomé desde Ollantaytambo hasta Aguas Calientes, la base de Machu Picchu.
El tren que tomé desde Ollantaytambo hasta Aguas Calientes, la base de Machu Picchu.

Y entonces, ¿cómo movieron esas piedras?


Los bloques más grandes de Machu Picchu pesan hasta 55 toneladas (es decir, 110,000 lbs). Sin ruedas, sin caballos de carga, sin herramientas de acero. Lo que sí tenían era conocimiento: usaban palancas de madera, cuerdas de fibra vegetal y rampas de tierra para mover y colocar las piedras. La fuerza no era bruta, era colectiva y estratégica.


Y ¿quiénes hicieron este trabajo monumental? Fueron mitmaqkuna (trabajadores trasladados desde distintas regiones del imperio) y hatun runa (la gente común del Tahuantinsuyo), organizados bajo el sistema de mita: una forma de trabajo obligatorio que no era esclavitud, sino una contribución temporal al Estado. A cambio, el Inca proveía alimento, protección y estabilidad.


Los líderes incas no necesitaban castigos ni cadenas para reunir a miles de trabajadores. El imperio funcionaba como una gran red de reciprocidad: si ayudabas al Inca, el Inca te ayudaba a ti. Además, participar en la construcción de un lugar sagrado como Machu Picchu no solo era una tarea cívica, sino también espiritual. Para muchos, era una forma de honrar a los dioses y asegurar el equilibrio del mundo.


Los techos perdidos


Hoy vemos los muros de Machu Picchu desnudos y expuestos. Pero originalmente, las casas y templos tenían techos de paja sostenidos por estructuras de madera, muchos con diseños que incluso sorprendieron a los cronistas españoles. Algunos los compararon con el Panteón de Roma por la manera en que dominaban el espacio interior. Esa parte se ha perdido, pero imaginarla completa nos permite admirar aún más su complejidad.


Los techos, hechos de ichu trenzado sobre vigas de madera, no eran solo prácticos: estaban cuidadosamente diseñados para resistir la lluvia, el viento y el paso del tiempo. Sus pendientes pronunciadas permitían que el agua escurriera rápidamente durante la temporada de lluvias, mientras que sus materiales livianos evitaban ejercer presión sobre los muros de piedra. Reconstruirlos en nuestra mente no solo devuelve la silueta ausente de Machu Picchu, sino que nos ofrece un atisbo de una arquitectura inca que se adaptaba al entorno y que siempre mantenía un diálogo con la naturaleza.





En resumen


Aunque mucho se ha perdido — los techos, los sonidos, las voces —, lo que permanece basta para contarnos una historia de ingenio, espiritualidad y profundo conocimiento del entorno. Machu Picchu sigue en pie no solo por su piedra, sino por la visión de quienes la colocaron. Y mientras siga despertando preguntas, el misterio de los incas seguirá vivo.



Agradecidos con nuestro guía local de Cusco, Tomás, quien compartió con nosotros no solo la historia de Machu Picchu, sino también parte de sí mismo.
Agradecidos con nuestro guía local de Cusco, Tomás, quien compartió con nosotros no solo la historia de Machu Picchu, sino también parte de sí mismo.



Fuentes:




 
 
 

1 comentario


charola1974
17 jul

Me encanta!! Resumen práctico y directo.

Me gusta

“No hay viaje más íntimo que el de entenderse."​

​​

- Anónimo

© 2025 por Raíz & Ruta.

bottom of page